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lunes, 1 de junio de 2015

SOY LÁZARO.

Alcázar de San Juan 15 del 5, 2015.

Estimado amigo:

Ya que me escribe preguntándome por lo ocurrido, sepa usted que yo soy Lázaro, y que nadie osa mancillar mi nombre, y mucho menos un estúpido ejecutivo de pacotilla.
No vale solo con que me respeten en mi barrio, que la verdad me da igual lo que haga esa gente, ya les gustaría haber vivido lo que yo, me tienen que respetar en toda la ciudad. Dentro de unos años cuando sea el rey de este inmundo país les haré pagar a todos por pecadores, como hacía mi dueño conmigo.
Te contaré lo que ocurrió:
Eran las cuatro de la tarde, yo me dirigía hacia el Mercadona para robar algo de comer y así terminar con el hambre que estoy pasando en estas ultimas semanas. Todo me salió a la perfección, ningún cajero se dio cuenta de lo que llevaba escondido por debajo de la chaqueta color gris que le robé al hijo del alcalde, antes de cruzar la puerta de salida y poder disfrutar de mi conseguido festín, que estaba compuesto por una barra de pan rústica y barra de longaniza marca española, decidí sacar a pasear mi dedo corazón para que lo vieran bien aquellos estúpidos cajeros.
Salí corriendo sin dirección concreta, todas me valían, al cabo de un rato el sol me empezaba a quemar la nariz y decidí sentarme en un bordillo muy grande situado a la sombra. Este bordillo pertenecía a la casa uno de los ejecutivos más importantes de la ciudad, pero no más importante que yo, claro está.
Sentado en el bordillo comencé a comerme la barra de pan con longaniza como si no hubiera un mañana, al cabo de 15 minutos solo quedaba rastro de los envoltorios y decidí meterlos en el buzón de aquella bonita mansión. De repente se abrió la puerta de golpe y un señor alto, de mediana edad, con un traje muy elegante, de cara fina y con aires de realeza me soltó el mayor pescozón que había recibido nunca, ni mi segundo amo los daba tan fuertes...
Me gritó al oído que recogiera la basura de su buzón o llamaría a la policía. En ese momento me dieron ganas de pintarle la casa con ácido pero como para hacer eso tendría que ir a robarlo a la tienda decidí escupirle en aquellos zapatos negros de charol.
Hubo un momento de silencio, duró 0,3 segundos, en ese momento la tensión se podía cortar con cualquier tipo de tijeras. Tanto el hombre como yo reaccionamos simultaneamente, los dos salimos corriendo, yo huyendo de él y él intentando cazarme como un leopardo a una gacela, pero en este caso la gacela, osea yo, era mucho más inteligente que el leopardo y comenzó a pasar por callejuelas que probablemente fuera la única persona que se las conociera tan bien. El hombre, al que había llegado a la conclusión de que era el ejecutivo, ya le empezaban a pesar las piernas y los sudores le molestaban su campo de visión, a si  que decidió parar. Me empecé a reir de él y a decirle que ami nadie podría vencerme. Pero sin que me  lo esperará un policía me agarró por detrás y me metió en el coche patrulla y me llevó a la comisaría.
Sin que el me dijera nada comencé a contarle mentiras como que aquel ejecutivo era un asesino robaniños y que quería robarme, el se comenzó a reir y entre carcajadas dijo:
-Me da igual quien sea ese hombre, pero los del supermercado dicen que tienes algo que les pertenece, ¿una barra de pan y una longaniza puede ser?
-Malditos traidores pensé...
Ahora estoy trabajando de cajero en el supermercado a si que cuando leas la carta mandamé 1,30 euros para que se los pague, ¡o no me dejarán salir de aquí!

Un saludo amigo.